Aprovechando nuestro más reciente foro sobre "Comprensión Lectora" y lo planteado en los diferentes recursos que nos ofrece este acompañamiento al respecto, he considerado pertinente compartir con ustedes en este primer blog, algunas reflexiones en torno a la "lectura" (Este texto es una adaptación de una ponencia que presenté en II Congreso Internacional de Lecutra y Escritura en la Sociedad Global)
El dominio de la palabra escrita
concentra un alto nivel de deseabilidad social; los gobiernos, las instituciones,
la sociedad civil en general, reconocen que es importante que los niños
aprendan a leer y a escribir; de hecho, la alfabetización es un objetivo
fundante de la obligatoriedad de la educación pública. La erradicación del
analfabetismo aparece como uno de los pilares de muchos gobiernos en su
discurso por la lucha contra la pobreza, reconociendo que la carencia cultural
del dominio de la palabra escrita agudiza la desigualdad social, la cual, según
informes de Naciones Unidas, en América Latina y el Caribe es alta y
persistente.
Sin embargo, y a pesar del consenso que
existe en cuanto a la importancia y el destacable valor que se le asigna a su
dominio, también parece haber una conciencia generalizada acerca de la crisis
que afrontan las prácticas de lectura y escritura, principalmente cuando no se
obtiene el éxito esperado en evaluaciones o estudios que involucran estas
“habilidades”.
Haciendo una radiografía
acerca específicamente del progreso lector, Teresa Colomer (2012:65),
ilustra esta situación, “Hacia los quince o dieciséis años, la mayoría de los
adolescentes de los países occidentales abandonan las aulas de la escolaridad
obligatoria. Si los objetivos escolares se hubieran cumplido, todos ellos
deberían ser lectores competentes en una sociedad alfabetizada. Sin embargo,
hemos visto que tanto los estudios sobre comprensión lectora, como los de
hábitos de lectura, arrojan un balance poco halagüeño sobre este supuesto”
Aunque el ingreso y ejercicio de la
lectura no es tarea exclusiva de la escuela, sobre ésta recae gran
responsabilidad, especialmente cuando por “no saber leer bien” los estudiantes
no alcanzan los niveles satisfactorios en las evaluaciones internas y/o
externas a las que son sometidos; en palabras de Brito et al (2010:55) “…tarde
o temprano y más allá de qué sea lo que está en crisis en la lectura, los
reclamos siempre recaen sobre la escuela al mismo tiempo que se le reclama su
intervención”.
En general, la escuela ha asumido la
endilgada responsabilidad de “enseñar a leer” como enseñar la técnica para
acceder a la palabra escrita, la decodificación es comúnmente el punto de
partida; se ejercita la habilidad de descifrar un código y una vez existe la
destreza, se dice que el “niño ya sabe leer”. La lectura, entonces, se presenta,
por lo menos al inicio de la escolaridad, como una “habilidad”. Desarrollar la
percepción y precisión visual, reconocer grafemas, fonemas, y cómo estos se
agrupan para formar sílabas, palabras, entre otros son prácticas de enseñanza
recurrentemente utilizadas en el aula de quienes inician su escolaridad.
Esta perspectiva imperante de la lectura
como habilidad ha permanecido en el tiempo, y muy recientemente ha encontrado
apoyo en estudios relacionados con las neurociencias que explican el proceso
biológico del ‘cerebro lector’, las “últimas noticias de las neurociencias
sobre la lectura”, expuestas por el doctor en psicología cognitiva, Stanislas
Dehaene, en un texto publicado en el 2014, sugieren que en la etapa inicial las
prácticas de enseñanza de ésta deben enfocarse únicamente (en uno y sólo un
objetivo es la expresión utilizada en el texto): “el dominio del principio
alfabético” que establece las correspondencias entre grafemas y fonemas.
Mi planteamiento entonces no se ubica en
desvirtuar este tipo de estudios, indudablemente realizados con toda la
rigurosidad que amerita el trabajo científico, y presentados incluso por
entidades como el Banco Interamericano de Desarrollo en su propósito de
transformación de la calidad educativa en América Latina y el Caribe. Se trata
más bien de entender que si bien la decodificación, y más allá de ésta, la
conciencia fonológica, es una causa y una consecuencia de la exposición a la
lectura, y que no se pueden desconocer los factores biológicos vinculados al ejercicio
de leer, especialmente en la etapa inicial; la palabra escrita, como objeto
cultural, como lo diría Emilia Ferreiro (2013), no se puede reducir, ni
banalizar, ni deformar en un “rudimentario instrumento de codificación”.
El dominio de la palabra escrita, en la
escuela y en general, en la sociedad, no puede concebirse meramente como una
habilidad, por muy sofisticada que sea, pues la mirada a la lectura como
habilidad no contempla el valor cultural de ésta, que permite al ser humano
participar en el mundo social, del que los niños y niñas de Colombia y del
mundo entero, tienen derecho a ser parte activa.
Así pues, mi postura es que en la
escuela deben coexistir las dos miradas a la lectura, esto es, desde lo
biológico y desde lo social, para que ocurra el aprendizaje, ya no de la
lectura, sino principalmente a través de ésta.
Los invito a hacer sus entradas
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Muchas gracias